Otra forma de vivir

¿Es posible otra forma de vivir?... comprar menos objetos, consumir menos agua, menos electricidad, criar menos ganado, talar menos árboles, construir casas mas pequeñas, producir menos residuos, en fin, salir de la lógica de consumo y del crecimiento infinito del modelo en el que nos ha tocado vivir.

En lo personal no puedo creer que exista algo en el mundo capaz de crecer indefinidamente, pero esa es otra discusión. Lo que quiero exponer aquí es que debido a que el modelo está tan incrustado en nuestro ADN que hemos perdido casi toda capacidad de vernos a nosotros mismos y a los demás. Veo con angustia y decepción que ya nadie parece interesarse por el otro, no veo sentido del bien común o altruismo en el actuar de mis semejantes.Tampoco se ve mucho interés en dejar de degradar el patrimonio natural y cultural de nuestras ciudades, bosques, playas o desiertos.Veo mas bien egoísmo y ambición desmedida. Se demuelen bellos edificios históricos de una carga simbólica impresionante para construir malles, se sigue talando bosque nativo legal e ilegalmente muchas veces solo para convertirlo en leña o para "limpiar" el terreno y construir una casa de 400 m2 para una familia de 4 o 5 personas o se siguen construyendo grandes centrales hidroeléctricas y lineas de transmisión kilométricas. Y con ello seguimos, día tras día, no tan lentamente, perdiendo partes de nuestra historia y de nuestro paisaje, aspectos que nos constituyen como chilenos y que nos pertenecen a todos, sin mencionar la merma en los servicios ecosistémicos que nos ofrecen gratuitamente el bosque, el mar y la cordillera, y que tan esenciales son para la vida humana.
Detengámonos... por favor, paremos.

Estoy convencido de que debemos parar aquí, detenernos por un instante a contemplar lo que hemos hecho. Lo que nos hemos hecho a nosotros mismos.

Ahora procedo a contar muy brevemente mi experiencia personal al respecto:
el egoísmo, la violencia y el ruido de la ciudad, la monotonía en la que estaba inmerso y la falta de perspectiva me hicieron detenerme y mirar al rededor y en mi interior. No me gustó lo que vi. Me lo cuestioné todo y replanteé mi vida: tomamos con mi señora la decisión radical de irnos a vivir al bosque en el sur de Chile. Lejos de todo y de todos. Al menos por un tiempo, y desde allí tratar de ver por donde seguir caminando en este tiempo y lugar que nos ha tocado. Quise vivir por el mayor tiempo posible de manera deliberada, esencial, introspectiva, sin complicaciones, con tiempo libre y labores básicas como maestrear, cocinar, abrigarme bien o cortar leña. Vivimos el rigor del frío y la lluvia, la extrema humedad, la maravilla increíble del follaje cambiante del raulí... hasta que un día, en un leve descuido nuestro, nos entraron a robar y se llevaron gran parte de nuestras cosas. Rabia infinita y otra vez angustia y decepción... no te puedes alejar lo suficiente.

Sin embargo, con el tiempo he entendido ciertas cosas que sin la experiencia de los últimos meses no habría sido posible. Sigo viendo al ser humano con algo de desesperanza. Es el autor de la destrucción del bosque en el sur, de la contaminación de ríos, mares y lagos, y, por cierto, de todos los actos antisociales, incluidos los robos. No obstante, he conocido a personas extraordinarias y de verdad buenas, generosas, altruistas. Existen. Y no parece que sean tan escasas como yo creía.

Qué quiero decir con todo esto? varias cosas en realidad: Por un lado, siento que torpes somos al dar tanta importancia al bienestar material. Molesta ha sido la sensación de comprobar que yo mismo he profesado una especie de culto a los objetos. Casi nada de lo que he perdido me ha parecido verdaderamente útil o irreemplazable. Mas bien casi agradezco haber perdido ciertas cosas que resultaban una verdadera carga. Aprendí que siempre es mejor poseer lo justo e indispensable y poder viajar liviano. Además, practicar el desapego, aunque sea obligado, lo considero hoy muy positivo y casi necesario para todos, fundamentalmente porque ayuda a eliminar la angustia, el miedo o el estrés de perder cosas, lugares o incluso personas, es decir, nos otorga libertad. Por otra parte, he aceptado el hecho de que es mejor vivir en comunión con la naturaleza al mismo tiempo que en comunidad con el ser humano. Hay personas que buscan el bien común y es muy favorable para unos y otros rodearse de ellas por apoyo y colaboración. Finalmente, he llegado al convencimiento de que aún podemos mitigar e incluso detener la destrucción del entorno natural y urbano, si volvemos a la esencia; si consumimos menos bienes, servicios ambientales o energía; si optamos por minimizar nuestro impacto en el paisaje; si dejamos de lado la arrogancia, la ostentación y el egoísmo.

Otra forma de vivir SI es posible.   Libertad.   Altruismo.   Sostenibilidad.

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